domingo, 20 de febrero de 2011

Albert Camus

(Mondovi, Argelia, 1913-Villeblerin, Francia, 1960) Novelista, dramaturgo y ensayista francés. Nacido en el seno de una modesta familia de emigrantes franceses, su infancia y gran parte de su juventud transcurrieron en Argelia. Inteligente y disciplinado, empezó estudios de filosofía en la Universidad de Argel, que no pudo concluir debido a que enfermó de tuberculosis

Formó entonces una compañía de teatro de aficionados que representaba obras clásicas ante un auditorio integrado por trabajadores. Luego, ejerció como periodista durante un corto período de tiempo en un diario de la capital argelina, mientras viajaba intensamente por Europa. En 1939 publicó Bodas, conjunto de artículos que incluyen numerosas reflexiones inspiradas en sus lecturas y viajes. En 1940 marchó a París, donde pronto encontró trabajo como redactor en Paris-Soir.
Empezó a ser conocido en 1942, cuando se publicaron su novela corta El extranjero, ambientada en Argelia, y el ensayo El mito de Sísifo, obras que se complementan y que reflejan la influencia que sobre él tuvo el existencialismo. Tal influjo se materializa en una visión del destino humano como absurdo, y su mejor exponente quizá sea el «extranjero» de su novela, incapaz de participar en las pasiones de los hombres y que vive incluso su propia desgracia desde una indiferencia absoluta, la misma, según Camus, que marca la naturaleza y el mundo.
Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial se implicó en los acontecimientos del momento: militó en la Resistencia y fue uno de los fundadores del periódico clandestino Combat, y de 1945 a 1947, su director y editorialista. Sus primeras obras de teatro, El malentendido y Calígula, prolongan esta línea de pensamiento que tanto debe al existencialismo, mientras los problemas que había planteado la guerra le inspiraron Cartas a un amigo alemán.
Su novela La peste (1947) supone un cierto cambio en su pensamiento: la idea de la solidaridad y la capacidad de resistencia humana frente a la tragedia de vivir se impone a la noción del absurdo. La peste es a la vez una obra realista y alegórica, una reconstrucción mítica de los sentimientos del hombre europeo de la posguerra, de sus terrores más agobiantes. El autor precisó su nueva perspectiva en otros escritos, como el ensayo El hombre en rebeldía (1951) y en relatos breves como La caída y El exilio y el reino, obras en que orientó su moral de la rebeldía hacia un ideal que salvara los más altos valores morales y espirituales, cuya necesidad le parece tanto más evidente cuanto mayor es su convicción del absurdo del mundo.
Si la concepción del mundo lo emparenta con el existencialismo de Jean-Paul Sartre y su definición del hombre como «pasión inútil», las relaciones entre ambos estuvieron marcadas por una agria polémica. Mientras Sartre lo acusaba de independencia de criterio, de estirilidad y de ineficacia, Camus tachaba de inmoral la vinculación política de aquél con el comunismo.
De gran interés es también su serie de crónicas periodísticas Actuelles. Tradujo al francés La devoción de la cruz, de Calderón, y El caballero de Olmedo, de Lope de Vega. En 1963 se publicaron, con el título de Cuadernos, sus notas de diario escritas entre 1935 y 1942. Galardonado en 1957 con el Premio Nobel de Literatura, falleció en un accidente de automóvil
Obras
  • Bodas (Noces) (1939)
  • El extranjero (L'étranger) (1942)
  • La peste (La peste) (1947)
  • La caída (La chute) (1956)
  • El exilio y el reino (L'exil et le royaume) (1957)
  • El mito de Sísifo (Le mythe de Sisyphe) (1942)
  • Cartas a un amigo alemán (Lettres à un ami allemand) (1948)
  • El hombre rebelde (L'homme révolté) (1951)
  • Reflexiones sobre la guillotina (Réflexions sur la guillotine) (1957)
Concepción Antropológica:

No se deben simplificar sus posiciones sobre la existencia de Dios llamándolo simplemente ateo. Camus, es en realidad, anti-teísta. Critica al Dios que la tradición de las Iglesias cristianas diseminó en el Occidente, cuestionándole la veracidad mediante el sufrimiento del mundo y de la existencia del mal. La existencia humana, para él, es entendida a partir del mito de Sísifo, que se esfuerza descomunalmente para llevar a la cima de un cerro una enorme piedra y que, cada dos pasos que da en la subida, es forzado a bajar otros tantos debido al peso de la piedra. El absurdo de este perpetuo y fracasado esfuerzo, lleva a Camus a cuestionarse si realmente existe un sentido para la vida y a preguntarse por qué el Creador permanece en silencio ante tantos misterios insondables.


Él, que amaba intensamente la vida, rehusaba morir: "Je ne veux pas mourir", decía, y en el borrador de Entre oui et non expresa en tercera persona: "la peur de la mort le hantait beaucoup". Aquella existencia totalmente orientada al placer, tan segura, tan natural, se ve gravemente afectada por el mal. A pesar de que sanó, debió, sin embargo, moderar los goces de la vida, renunciar a los viajes y a otras actividades. Se entristecía al ver a los demás "patear!' un balón y correr alegremente en la playa. Esta tristeza le acompañó toda la vida.
Aquí surge la nueva categoría: lo absurdo. Todo es absurdo. La cercanía de la muerte (la enfermedad) enseñó a Camus que el mal está en todas partes ensombreciendo las ansias de vivir y los momentos de placer, que la muerte no está al final de la vida, sino en su mismo corazón: la muerte en la vida se llama enfermedad.

Concepción Ética:

La actitud camusiana ha cambiado, Antes el punto de partida era la sed de felicidad, el ansia de vivir y de gozar; ahora lo es el absurdo de la existencia: "el único dato del que dispongo es que todo es absurdo"; "el clima del absurdo está al comienzo". Cualquier hombre, a la vuelta de cualquier esquina, puede experimentar la sensación del absurdo, porque todo es absurdo.

En julio de 1944 Camus declara: "Sigo creyendo que este mundo no tiene un sentido superior. Pero sé que en él algo tiene sentido, es el hombre, porque éste es el único que exige tenerlo. Este mundo tiene por lo menos la verdad del hombre, y nuestro cometido es darle sus razones contra el mismo destino". Ni el hombre ni el mundo separadamente son absurdos. El absurdo surge del conflicto yo-mundo, porque el yo tiene sed insaciable de gozar y el mundo no da la satisfacción deseada. Este divorcio entre el espíritu que desea y el mundo que decepciona es el absurdo, el estado metafísico del hombre consciente; es el pecado sin Dios ("l'absurde, c'est le péché sans Dieu"); es la nostalgia de la unidad.

En esta situación el amor también carece de sentido. En El Extranjero, cuando María pregunta a Mensault si la ama, él responde que tal pregunta no tiene sentido y que en todo caso le parecía que no.
Entonces, el amor es sólo un pasatiempo, un juego para vencer el absurdo de la existencia; el amor es muy poca cosa. Antes se trataba de saber si la vida debía tener un sentido para vivirla, ahora se la vive mejor si no tiene sentido: "vivires hacer que viva el absurdo". Por eso es que "el hombre absurdo no puede sino agotarlo todo y agotarse"

Concepción Ontológica:

La obra de Camus inicia con una frase contudente,invitación e iniciación a la lucidez con la cual abordara el autor sus temas y con las cual deberá abordar el lector mas que el texto,su propia existencia a la luz de las tesis planteadas en el mismo:"Sólo existe un problema filosófico realmente serio:el suicidio."(1).El autor desarrolla hasta sus últimas consecuencias,en un ejercicio de racionalismo despiadado,el carácter absurdo de la existencia humana y en el primer capitulo del libro expresa abiertamente cual es el propósito central del texto,precisamente el suicidio como solución al problema planteado por lo absurdo de la existencia humana.Mientras Camus procede,inicialmente a demostrar tal absurdidad para proseguir delimitando categorías y explayándose sobre las mismas,a saber el hombre absurdo y su absurda libertad y moral,la pregunta que corre a todo lo largo del texto,sirviéndole a la vez como telón de fondo y componente estilístico subliminal constituyente de un todo magistralmente armónico, de forma análoga y con la misma angustiante intensidad ubicua, a los latidos del corazón en The Dark Side of The Moon es si vale la pena el vivir en tales condiciones y, mas aun, una vez las mismas han sido constatadas por la incurable sobriedad de la razón. El absurdo se presenta ante la razón humana como contradicción,es decir como objeto del análisis lógico,de esa lógica severa que impone al carácter trágico de la existencia individual la mascara adusta propia del destino.Lo absurdo es constatado como la interacción entre dos elementos constituyentes de un único problema de orden lógico.Tal interacción se manifiesta como divorcio, como ruptura,en palabras del propio Camus,entre estos dos elementos:el hombre,por un lado y las circunstancias en las cuales el mismo se halla en virtud de los rasgos distintivos de su ser.En otras palabras la interacción del hombre,el animal racional y por ende conciente de todos los rasgos propios de su ser,esencialmente de su propia mortalidad y el conjunto de acciones humanas que de una u otra manera deben,necesariamente,ejercer algún nivel de abstracción del hecho primariamente evidenciado para poder constituirse en tantas realidades correspondientes.Mientras el reloj descuenta latidos de un tiempo prestado sin que el sujeto conozca nunca los detalles del contrato y precisamente caracterizado por la capacidad,la amenaza continua de ser rescindido en cualquier momento,sin mas ni mas;la absoluta falta de garantias para cada minuto,para cada segundo de una existencia biológica tan azarosamente frágil.El hombre es mortal y si bien sabe que morira no tiene manera de sabercuando y puede precisamente ocurrir,y ocurre,en cualquier momento,cruel lotería capaz de llevar a la esquizofrenia a la mas lucida de las conciencias(la locura como avenida o vía de escape de tan incomoda realidad es el tema de un ensayo ulterior y una versión in extremis de las ilusiones,las prestidigitaciones de la imaginación como propone Woody Allen en Shadows and Fog).Por otro lado cada uno de los roles que desempeña el animal social implica la negación de la referida realidad primigenia y definitoria de la condición humana:es necesario hacer caso omiso de tales hechos propios de la naturaleza del hombre para que este pueda constituirse en ente social, en sujeto del principio freudiano de realidad, para ser hijo,amigo, esposo, padre, maestro...el sujeto debe desembarazarse de la propia conciencia de su efímera individualidad y llevar a cabo una osadía digna de Sísifo:sustituir por otro u otros el predicable mortal, frágil y convertirse en sujeto de las operaciones exclusivas del espíritu humano(o ente psicológico,si se quiere) que necesariamente deben disfrazar de trascendencia su contingencia esencial,de plasticidad volitiva su ineludible carácter azaroso,de proyectar en el espacio-tiempo aquello que se halla atrapado eternamente en el aquí y en el ahora y que debe por tanto sacrificar la conciencia de su inmediatez en aras de la construcción de una finalidad que le es ajena.Sin embargo no son incompatibles la conciencia del absurdo y este continuar mas allá, y a pesar de las terribles limitaciones impuestas por el primero de los factores de la ecuación,por el hombre y aquellos rasgos que hemos señalado como definitorios del mismo. Ante la evidencia de esta contradicción aparece entonces la cuestión sobre el suicidio.¿Que papel juega?¿Tiene validez el suicidio en este contexto?¿Resuelve la ecuación absurda?. La respuesta de Camus es un rotundo no..No se trata del no perversamente ingenuo del optimismo,que se halla teñido de mauvois foi. Tal conclusión no representa una condena del suicidio filosófico tomado en sentido literal como aquel cuya motivación se halla en el razonamiento implacable que lleva al sujeto a concluir cuanto es absurda su existencia como individuo resultante de la evaluación moral del mismo;vale decir que tampoco se trata del no de la religión y las leyes,del more; pues una respuesta axiológica a una cuestión planteada desde la lógica seria incongruente.Cuando Camus responde no a la pregunta sobre la validez del suicidio como solucion al absurdo planteado por la existencia subjetiva ante la conciencia del sujeto,responde,primera y primariamente desde el punto de vista de la lógica. El suicidio no es capaz de resolver el problema del absurdo que cimenta la existencia humana puesto que se limita a eliminar uno de los factores de la ecuación y en lugar de contestar a la pregunta la deshace.No solo es el suicidio una forma de rendición y como tal incompatible con la esencia del hombre absurdo,manifiesta como rebelión de alcance existencial como veremos ulteriormente a propósito de esta categoría antropológico-filosófica.Si bien no es irracional,su presentación putativa como uno de los corolarios del descubrimiento de la contradicción como fenómeno lógico escapa al alcance de la lógica misma y en tanto el mismo da lugar a la anihilación del individuo,se limita a mutilar la contradicción,a hacerla desaparecer en virtud de la desaparición previa de uno de los elementos que la conforman.
Esta conclusión debe ser y ha sido considerada,exclusivamente,dentro de los límites entre los cuales se desarrolla la reflexión camusiana y ,dentro de los términos que conforman estos límites, el suicidio queda efectivamente invalidado pues,para expresar aun de otra manera la respuesta negativa del autor,este únicamente consigue invalidar, ilusoriamente, el problema enajenando arbitrariamente uno de los dos elementos constitutivos de la contradicción que es incapaz de resolver:el sujeto.Al eliminar uno de los factores de la ecuación absurda,el suicidio no se revela, únicamente, como incapaz de plantearse seriamente como solución de la cuestión, si no que, efectivamente, genera un retroceso gnoseológico en cuyo contexto la misma se torna incapaz de ser planteada; en lugar de solucionar el problema el suicidio,al eliminar uno de los elementos constitutivos del mismo(una de las proposiciones de la contradicción,uno de los factores de la ecuación),al deshacerse del sujeto,lo disuelve,retrocede hasta un punto previo donde ésta no es,no ha sido,ni será ya capaz de ser planteada.


Concepción Epistemológica:

Es un luminoso ejemplo de pericia estilística esta novedad de Camus,en virtud de la cual puede darse el lujo de plantear al inicio de su obra ambos,el problema filosófico sobre el cual se centra y la solución al mismo.Pero este pensador perspicaz ya nos ha atrapado en estas paginas iniciales y en ese díalogo secular,entre lector y autor que es propio de la literatura y cuya pertinencia transtemporal caracteriza a la obra clásica,la curiosidad se acrecienta y cada respuesta genera, como es propio de la Filosofía, avalanchas de preguntas.El absurdo se pone de manifiesto como sesgo primario de la condición humana cuando se coloca frente a la conciencia individual la contradicción entre el hombre en cuanto sujeto caracterizable en virtud de sutendencia a la proyección de si mismo hacia un futuro,quimera endémica a la cual se halla enlazado gracias a una serie de condiciones de índole diversa(primariamente socioculturales y efectivamente socializantes,como ya se ha señalado anteriormente, hasta teológicas) y la realidad en la cual se concretiza el fenómeno humano y el sujeto como ente,específicamente el carácter efímero y azaroso de la existencia individual, contingencia biológica (excusa de la especie parafraseando a Sir Julian Huxley)incapaz de garantizar los rudimentos elementales sobre los cuales se construiría cualquier proposición donde figurase mañana como adverbio de tiempo sin el rubor amenazante de lo ridículo. La conciencia de tal absurdo,rasgo sustantivo de la existencia humana, implica una aguerrida honestidad intelectual,una valiente sobriedad espiritual que voluntariamente se niega el comfort espurio de un misticismo más o menos conciente,como aquel inherente al salto asumido por los filósofos existencialistas a los cuales hace referencia el autor y que veremos en el acápite correspondiente.Sin negar el valor de lo irracional,en otras palabras sin asumir un racionalismo a ultranza,el hombre puede hacer uso legitimo de la razon y en virtud del propio método racionalista llegar a una serie de conclusiones sobre la condición humana en general y su situación como sujeto en particular provistas de una carga de veracidad suficiente para validarlas como bases teóricas de una construcción hipotética de primer orden en cuanto a su solidez científica,entendido tal adjetivo como manifestación directa de la carga de verdad de los enunciados que conforman dicha hipótesis.
Llevar tal ejercicio epistemológico hasta sus ultimas consecuencias debe terminar con la adquisición, por parte del sujeto, de la conciencia del absurdo que le es propio y característico.Lejos de una epifania,se trata de una constatación desalentadora,con un reconocido peso especifico en términos afectivos,un engañoso precio(price tag ) a pagar a nivel emocional.que se manifiesta inmediatamente como alusión al problema de la evaluación del suicidio como solución a tal realidad una vez se ha constatado la misma.Es precisamente a este nivel,cuando el análisis racional del problema llega a producir una respuesta emocional potencialmente abrumadora que el suicidio se presenta efectivamente como solución a la cuestión cuando en realidad no es otra cosa que una respuesta emotiva exagerada ante una realidad de carácter lógicoracional y, como tal, afectivamente neutra.Por incómoda que resulte,finalmente,la conclusión, aún cuando efectivamente sea equivalente a ,precisamente,todo lo contrario a aquello alguna vez sugerido como meta de la reflexión filosófica(especialmente aquella de carácter ontológico) con términos tales como ataraxia, eutimia y así sucesivamente,la conciencia del absurdo se constituye simultáneamente como prerrequisito y corolario de las formas mas puras de dicha reflexión.

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